El taller de arte fue un espacio de encuentro, aprendizaje, conocimiento, empatía, conciencia y dolor. Ver y guiar el proceso del colectivo de artistas fue una experiencia grata ya que nos encontramos entre espíritus creativos deseosos de explorar sobre nuestra forma de existencia a través de esta parte de nuestras vidas, que es la discapacidad; la capacidad diferente, revolucionaria, divergente, fuera de una norma dictada desde la medicina, la productividad, la sociedad discriminadora.

Todas fuimos descubriendo estas adversidades compartidas, algunas también concientizamos sobre nuestra autoexigencia y deseo de ser/parecer lo màs “normales” posibles, y sobre nuestra soledad en un contexto cercano. Por otro lado, también fuimos acompañándonos en el caminar de las semanas, en lo que nos sucedía en nuestra vida y en lo que surgía alrededor de nuestra exploración colectiva. Eso fue enriquecedor y cargado de cariño, conociendo la realidad de cada una y descubriendo el mundo fascinante que encarnamos.

El hecho de guiar un taller implica el trabajo de seguimiento y atención a los proyectos de las participantes. Nos faltó definir quién guiaría a las talleristas en su lugar de artistas, a lo largo del proceso. No tuvimos una guía ni un seguimiento claro ni explícito, en lo personal esto afectó en el desarrollo de mi obra pues me enfoqué en guiar la creación más que en crear lo propio.

Y aquí quizás digo que fue doloroso porque los otros testimonios, experiencias e ideas, han sido tan importantes de conocer, escuchar, desarrollar, que lo mío quedaba pendiente. Además, sentí que excavé algo que de cierta forma estaba enterrado, como que volví a un libro que había cerrado, indagué en memorias que en otros tiempos pasaron por irrelevantes.

Por mucho tiempo pensé que mis privilegios quitaban importancia a mi hipoacusia porque me comparaba con otras sorderas y realidades, también porque no había compartido nunca mi experiencia con nadie. Sin embargo, a medida que fui escribiendo mi testimonio me di cuenta de cuánto atravesaba mi vida esta pérdida auditiva y eso fue impactante para mí.

Escribir el testimonio para el proyecto de nuestra colectiva, fue un reto literario y creativo, quise utilizarlo como materia prima para crear algo visual. Al explicar mi experiencia, he utilizado este otro sentido, el de la vista, para explicar visualmente cómo es que oigo y no oigo. Para que se entienda qué es lo que utilizo en los oídos, lo he relacionado de esta manera: los audífonos son para los oídos lo que los lentes son para los ojos. Aunque son sentidos que funcionan de forma muy diferente, esta relación me ha ayudado a visualizar/visibilizar/mostrar esto que es invisible hacia afuera, hacia otros e inclusive a veces, también para mí.

Curiosamente, utilizar este otro sentido, que resulta una pérdida en el caso de otras compañeras, generó nuevas preguntas y dificultades aún sin claridad ni respuesta. ¿Cómo muestras algo visual para alguien de baja visión?, ¿cómo muestras algo sonoro para alguien con sordera profunda? Al dibujar la oreja, cómo es el oído por dentro y cómo atraviesa el cráneo, me preguntaba dónde se encuentra mi pérdida auditiva. Quería explorar lo corporal de mi hipoacusia, a pesar de que el “daño” en mi biología es desconocido: ¿nací así? ¿Un medicamento ototóxico dañó las células de mi oído en mi infancia? ¿Qué otras razones supuestas pudieron atormentar a mi mamá, a mis papás, sobre esta pérdida? En un punto, una vez diagnosticada, una vez resuelta con los audífonos, ahí quedó: “resuelto”.

Sin embargo, en la indagación diferencio mi oído izquierdo del derecho, usando sus colores, también letras, palabras, canciones, dibujos de gestos, cómo es que cada uno oye. Y son diferentes, y escuchan cosas distintas, únicas.

He ido diferenciando en cada boceto cada pequeño capítulo del texto que escribí, donde menciono mi experiencia al aprender la lengua de señas, la experiencia de la audiometría, la experiencia de leer los labios. El resultado es el producto del trabajo de este tiempo, acompañado por los otros testimonios, pero también atravesado por ellos, por eso a veces intermitente y discreto. Tengo pendiente hacer más de nuestros cuerpos encontrándose, acompañándose, acoplándose como uno sólo, sosteniéndose; aparte de la exploración de mi experiencia individual, retratar a mis compañeras me gustaría mucho.

El encuentro colectivo, el identificarse dentro de un todo también puede disociar la experiencia individual, pero engrandecer este compartir que ha sido tan trascendental.